martes, 27 de febrero de 2018

La "enfermedad del más": Obsesionados por tener una vida siempre mejor


Hace poco conocí a un hombre que tenía un negocio enorme y exitoso, su estilo de vida era increíble, estaba felizmente casado y tenía una sólida red de amigos. Sin embargo, me dijo con cara muy seria que debía contratar a un coach para que lo ayudara a “alcanzar el siguiente nivel”.

Asombrado, le pregunté cuál era ese siguiente nivel. 

Me respondió que no lo tenía claro, por eso precisamente necesitaba un coach que le señalara sus puntos débiles y le mostrara qué se estaba perdiendo de la vida.

Era evidente que aquel hombre estaba dispuesto a gastar mucho dinero para solucionar un problema que ni siquiera sabía exactamente cuál era.
 

- ¡Ah! ¿Y si no hay nada más que arreglar? – le pregunté.

- ¿Qué quieres decir? - me preguntó.

- ¿Qué pasa si no hay un “próximo nivel”? ¿Qué pasa si es solo una idea que tienes en tu mente? ¿Qué pasa si ya estás en ese nivel pero aún no lo reconoces y te empecinas en perseguir constantemente algo más, un objetivo evasivo? ¿Qué pasa si te estás negando disfrutar de lo que ya tienes?”

El hombre se irritó con esas preguntas. Era evidente que no se las había planteado. Finalmente dijo:


- Siento que siempre hay algo que mejorar, pase lo que pase y consiga lo que consiga. 

Y dio por zanjado el tema.

Esta historia, contada por el periodista Mark Manson, podría ser un problema que nos aqueje a todos. ¿Y si estuviéramos sufriendo la “enfermedad del más”?

La enfermedad del más 

Pat Riley, un famoso entrenador de baloncesto en la NBA, afirmó que la caída de los Lakers después de su periodo de estrellato y gloria en la década de 1980 se debió a que los jugadores se centraron demasiado en sí mismos y querían cada vez más.

Cuenta que al principio, los jugadores solo querían ganar el campeonato, pero una vez que se convirtieron en campeones, ya no fue suficiente. Su atención se centró en otras cosas: conseguir más dinero, más anuncios de televisión, más apoyos y elogios, más tiempo en el juego, más atención de los medios y un largo etcétera.

Como resultado, lo que una vez fue un grupo cohesionado, comenzó a deshilacharse. Cuando llegó la “enfermedad del más”, como la calificó aquel entrenador, la química perfecta del equipo se convirtió en un desastre tóxico. 

No es el primer equipo deportivo que pasa por esa situación y tampoco será el último. Sin embargo, lo más interesante es que todos podemos sufrir la “enfermedad del más” y quedarnos atrapados en el laberinto de insatisfacción que nosotros mismos construimos.

Más no siempre es mejor

A lo largo de la historia de la Psicología, los psicólogos se centraron en analizar qué causaba los problemas mentales. Su interés por la felicidad es muy reciente. Uno de los primeros estudios en este campo fue una simple encuesta en la que los participantes debían responder dos preguntas:
  

1) En una escala del 1 al 10, ¿cuán feliz te sientes en este momento?

2) ¿Qué ha sucedido para causar esos sentimientos?

Ed Diener, psicólogo de la Universidad de Utah, recopiló miles de valoraciones de cientos de personas en todos los ámbitos de la vida. Y descubrió un fenómeno sorprendente aunque, de cierta forma, también bastante aburrido.

Casi todo el mundo reportaba un 7 durante gran parte del tiempo.

En la tienda haciendo las compras. Siete. En el partido de fútbol de mi hijo. Siete. Hablando con el jefe sobre una venta. Siete. 

Incluso cuando ocurrían grandes problemas, los niveles de felicidad bajaban en un rango del 2 al 5 pero durante periodos cortos de tiempo para luego volvían a subir rápidamente.

Lo mismo ocurría con los eventos muy positivos, como ganar la lotería, irse de vacaciones o incluso casarse, las valoraciones se disparaban pero solo durante un corto período de tiempo para luego volver a estabilizarse en el número 7.

Estos resultados nos muestran que nadie está completamente feliz la mayor parte del tiempo pero tampoco completamente descontento. Parece ser que pensamos que las cosas van bien, pero podrían ir mucho mejor.

Ese 7 constante, al que volvemos una y otra vez, nos tiende una trampa mortal pues nos dice: “Si pudieras tener un poco más, podrías llegar al 10 y quedarte allí”.


Así, vivimos gran parte de nuestra vida persiguiendo el 10 soñado. Creemos que seremos más felices cuando tengamos ese trabajo ideal, cuando nos compremos la nueva casa, cuando nos vayamos de vacaciones, cuando encontremos a nuestra media mitad... El problema es que siempre hay más. Siempre queremos más.

En Psicología, esa persecución constante del placer se denomina "rutina hedónica", lo cual significa que estamos luchando constantemente por tener una "vida mejor", pero al final lo único que conseguimos es gastar muchísima energía para volver al mismo punto: el 7.

¿Eso significa que debemos quedarnos de brazos cruzados y no hacer nada?

No, significa que podemos sentirnos felices ahora mismo y alcanzar ese 10, porque no tenemos que supeditarlo a las cosas o metas que podamos tener o alcanzar. Siempre existe margen para mejorar, pero no hay necesidad de postergar nuestra felicidad actual a lo que podamos -o no- alcanzar en el futuro.

Después de todo, en la vida todo no se resume a mejorar constantemente, tener siempre más y llegar siempre más lejos. En cierto punto, la vida se convierte más bien un juego de compensación. Cuando llegamos a cierto nivel, ir más allá puede significar emplear demasiado tiempo y energía en cosas que realmente no marcarán la diferencia y no nos acercarán más a ese 10 sino que nos harán mantenernos en un 7.

Por tanto, no asumas la vida como si fuera una lista de verificación de cosas por hacer o como una montaña por escalar. La vida es más bien un juego de compensaciones en el que debemos elegir qué estamos dispuestos a dar para obtener otro subidón de adrenalina, otro viaje, otro éxito…

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