domingo, 25 de febrero de 2018

Guerra, hambre y miedo en 20 fotografías de los niños de Sudán


Mientras vemos con horror todo lo que sufren estos niños y sus familias, ellos tratan de salir adelante aunque el mundo entero se limite sólo a seguir mirándolos.

Un reflejo común en las personas es ignorar a toda costa todo aquello que le incomoda o le causa cierto escozor. Sólo gracias al morbo, algunos permanecen viendo fotografías de guerra en las que los afectados y sus rostros de dolor no significan más que imágenes vacías, un conflicto que para muchos permanece ajeno ¿Qué hizo el mundo después de ver la imagen de un niño sirio muerto en el mar? Más allá de la difusión y los lamentos, sus acciones se redujeron a absolutamente nada.





Lo cierto es que, hasta ahora, poco podrían hacer estas personas para solucionar un conflicto que lleva décadas azotando a Oriente Medio. Basta, al menos por ahora, mantenerse informados acerca de todo lo que ocurre en el mundo para que en nuestros países estas imágenes no se conviertan en estampas de la cotidianidad. La idea de volver y aprender de los otros, así como de nuestro propio pasado, es un precepto que autores como el Dr. Martin Luther King y E. U. Essien-Udom propusieron para la comunidad negra en América y todo el Continente Africano, ése que en distintos puntos de su territorio es azotado por la guerra.





Esta información sería especialmente necesaria en países como Sudán del Sur, que desde 2013 comenzó una guerra civil después de que el gobierno anunció un golpe de estado por parte del Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán. Debido a que ambas partes del conflicto no han logrado llegar a un acuerdo que les permita frenar los ataques, la ONU decidió intervenir. Sin embargo, esto sólo devino en choques mucho más violentos que ya no sólo afectaban a los miembros de ambos mandos, sino que se extendió hacia la población en general.





A veces parece que África es como un balón de soccer que se mueve entre los pies de dos equipos que juran derrotarse el uno al otro, sin saber exactamente por qué razón. Pero esta vez fue diferente, en este partido un tercero decidió involucrarse sólo para volver más complicadas las reglas del juego, en el que el verdadero perdedor no es otro más que el pueblo sudanés que observa con terror y tristeza cómo mueren a diario sus hijos. Un juego en el que ni siquiera la fe puede salvarlos.





Alrededor de todo el país existen refugios donde cientos de niños son sometidos a cuidados intensivos después de haber sido alcanzados por el fuego de las bombas y los saqueos que casi todos los días invaden las ciudades.





¿Y qué es lo que hacen las asociaciones mundiales a favor de la paz? Sólo intervenir en el conflicto vigilando sus propios intereses, tal y como lo muestran las fotografías tomadas por Ivan Lieman en 2014, son los mismos sudaneses quienes se esfuerzan por sacar a sus niños adelante, pues saben —o al menos lo sospechan— que el futuro del país no está en las armas, sino en la fuerza de su gente, quienes han entendido, a golpes, que un pueblo que avanza sin mirar hacia atrás está condenado a sufrir para toda su vida.

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